Texto: Maya Errázuriz
Fotos: Javiera Yanez, Gentileza Corporación Chilena de Video
Registros de drone, cianotipo, fanzine #0 del observatorio: Elisa Balmaceda
Desde sus inicios en 1993, la Bienal de Artes Mediales ha invocado la existencia de un campo de reflexión y crítica sobre la creación de arte desde dispositivos eléctricos, electrónicos y electromagnéticos. El 2023 marcó 30 años de su existencia con su versión número 16 – Trueno, en el que junto a Ricardo Loebell propusimos curatorialmente abordar el mundo del silencio en todas sus manifestaciones. Para ello, tomamos como punto de inicio la sección V del poema La tierra baldía: «Lo que dijo el trueno» de T.S. Eliot, cuyas palabras exploran la trascendencia de lo humano, el sentido de la vida y la decadencia de una sociedad, así como la desaparición del mundo producto de la ausencia de una espiritualidad simbolizada por el agua y el trueno.
Los y las artistas que participaron en Trueno nos invitaron a explorar —desde el lenguaje que posibilita los nuevos medios y las prácticas audiovisuales—, lo que ocurre después de esa gran irrupción de sonido, ese momento de silencio ensordecedor que nos hace sentir pequeños ante la sonoridad grandiosa de la naturaleza, un silencio profundo que demanda una pausa, una introspección, un respiro antes de tomar acción o realizar un movimiento.
Durante dos meses (30 sept. – 29 nov. 2023) las distintas obras, instalaciones, conciertos audiovisuales, derivas, talleres y experiencias sonoras aparecieron y desaparecieron como una tormenta de truenos y relámpagos, en intervalos más cortos o largos. Nos interesó, además, llevar el videoarte e instalaciones multimediales fuera del espacio expositivo, en algunos casos devuelta al lugar de origen del video (los cines) y, en otros casos, hacia el espacio público (los jardines y las bibliotecas), invitando a redescubrir ciertos espacios desde las propias reflexiones que realizan los y las artistas convocados para esta Bienal. Es en este espíritu que surge la colaboración entre la Bienal de Artes Mediales y el Jardín Biodiverso, un programa académico desarrollado en la Escuela de Arquitectura del Paisaje de la Universidad Central, concebido como un espacio educativo, de experimentación y de aprendizaje al aire libre; un lugar de encuentro y de sensibilización comunitaria en torno al reconocimiento, valoración y conservación de la biodiversidad nativa en la ciudad.
Entrar al Jardín Biodiverso, emplazado en un sitio eriazo ubicado cerca del Parque Almagro, es entrar a un lugar de calma, nostalgia, resiliencia e inspiración, que nos asombra con sus flores, insectos y pequeños árboles. Sus colores, formas y olores son una especie de pasado-futuro de lo que alguna vez fue y podría ser el paisaje de ese lugar. A modo de laboratorio experimental, este jardín nos abrió un espacio-portal para acoger el Observatorio Cosmotelúrico, proyecto transdisciplinario de la artista Elisa Balmaceda que explora la relación del sol, el magnetismo terrestre y los ciclos planetarios con el cuerpo, la tecnología/ritual, el clima y el entorno más que humano. Mediante la interconexión de prácticas ancestrales y modernas, propone generar espacios para la observación y escucha, tanto presencial como virtual, de fenómenos celestes y terrestres alineados con la circularidad de la que somos parte. Elisa Balmaceda es una artista e investigadora cuyo trabajo nos invita y desafía a deconstruir y reimaginar las interrelaciones de lo humano y no humano desde una observación sensible de la materialidad, energía y espiritualidad que entreteje la unión entre biosfera y tecnoesfera.
Es esa reconceptualización de energías no-visibles la que más me llamó la atención al momento de co-crear un proyecto junto al equipo de Jardín Biodiverso que pudiese invocar reflexiones sobre el silencio desde la naturaleza, en el que el trabajo de Elisa nos permitió indagar acerca de los campos electromagnéticos emitidos por entidades vegetales y minerales, y su interrelación con los humanos, trabajo que viene realizando desde investigaciones previas, como Árbol antena (2022) o Cuerpxs Radiantes (2021), que exploran las fuerzas sutiles que entrelazan los distintos reinos.
Durante una semana, entre fines de octubre y principios de noviembre de 2023, Elisa generó, en un formato de micro-residencia, una intervención in situ que consideró trazar sobre el terreno un diagrama que le permitiese vibrar en su frecuencia natural, marcando y conectando las alineaciones cósmicas y telúricas de ese lugar. Combinando plantas (pata de guanaco, Cistanthe grandiflora; salvia blanca, Sphacele salviae; entre otras), piedras encontradas en el lugar, agua y una serie de espejos ubicados en los vértices de la geometría trazada, las plantas desempeñaron el papel de mediadoras y guías en esta experiencia.
Como cierre de su micro-residencia en este lugar, se realizó un laboratorio junto al equipo de Jardín Biodiverso, en el que los participantes fueron invitados a generar activaciones a lo largo de dos estaciones, una primera en relación a identificar las plantas nativas presentes en este lugar a través del dibujo, y una segunda, en el que los asistentes se les invitaba a interactuar con aparatos tecnológicos que permitían escuchar las frecuencias del suelo capturadas por un geófono y a su vez ubicarse en distintos puntos de la geometría para sentir una conexión con el sol.
A modo de ritual de cierre, junto a Elisa, Javiera Delaunoy y Francisca Fernández (Académica responsable del Jardín Biodiverso), nos aproximamos hacia el centro de la geometría con vasijas que contenían agua, posicionadas en los distintos vértices de la instalación, agua tintada azul por flores, un pago a la tierra, el agua integrándose al suelo que originalmente fue marcado por una apacheta. Esta aparición del Observatorio Cosmotelúrico en el centro de la ciudad nos invitó a repensar nuestras percepciones sobre las energías presentes en esos espacios naturales, en esos jardines de resistencia y futurismos.